Una fantasía épica
puede hablarnos como si fuese una narración contemporánea.
En el libro, El Señor de los Anillos. Las Dos Torres. (Cap.
8 El camino de Isengard), Théoden empieza a entender que hay muchas maravillas
de la tierra que no conoce y hasta se había olvidado de que existían. Con gran
dolor les dice a sus compañeros:
“Durante
mucho tiempo hemos cuidado de nuestras bestias y nuestras praderas, y
edificamos casas, y forjamos herramientas, y prestamos ayuda en las guerras de
Minas Tirith. Y a eso llamábamos vida de los Hombres, las cosas del mundo. Poco
nos interesaba lo que había más allá de las fronteras de nuestra tierra. Hay
canciones que hablan de esas cosas, pero las hemos olvidado, y sólo se las
enseñamos a los niños, por simple costumbre. Y ahora las canciones aparecen entre
nosotros en parajes extraños, caminan a la luz del sol.”
Nosotros podríamos decir: Durante mucho tiempo hemos
cuidado de nuestros intereses, edificamos los mejores rascacielos,
invertimos en tecnología para bien y para mal, hicimos guerras u opinamos
acerca de los países involucrados. Y a eso llamábamos vida de los hombres, las
cosas del mundo. Poco nos interesaba lo que había más allá de nuestro entorno
muy reducido. Hay canciones que hablan de los valores, pero las hemos olvidado,
y sólo se las enseñamos a los niños, por simple costumbre, sin convicción.
Claro que algunas veces, nos acordamos de la educación ética y exigimos:
¡Cuida, no destruyas! (Nosotros arrasamos con los
bosques)
¡Lleguen a un acuerdo entre compañeros, no peleen, no se
lastimen! (Nosotros validamos guerras)
¡Ayuda a tu compañero, comparte los útiles! (Nosotros cuando
sospechamos que nos necesitan, en ese momento, tenemos otra ocupación urgente)
¡Valora la producción de tu compañero, no la arruines!
(Nosotros destruimos maravillas históricas de la humanidad, que han llevado
años en ser construidas)
Ahora las canciones aparecen entre nosotros y
las podemos comprender, en la inocencia y frescura de nuestros niños que, con
sus ojitos llenos de esperanzas, anhelan que el cuento tenga un final feliz.
Vemos que mucha gente, sola, en
comunidad o en asociaciones, trabaja para que juntos podamos construir un mundo feliz y para
que las acciones bellas caminen a la luz del sol.
Me animo a pensar como Gandalf cuando exhorta a Théoden:
“El
mal que se ha causado, jamás será reparado por completo, ni borrado como si
nunca hubiese existido. Pero
estamos viviendo días como estos. ¡Continuemos nuestra marcha!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario