martes, 10 de diciembre de 2013

Poesía Infantil Latinoamericana: A Margarita. Rubén Darío. (Nicaragua)


El poeta nicaragüense Rubén Darío, escribió una bonita poesía inspirado en 
Margarita Debayle Sacasa , la hijita de quien fuera su médico de cabecera,  
el Dr Louis Henri, un importante doctor nacido en Nicaragua,
que estudió en   
París (Francia).

El poeta, posiblemente en 1906 fue invitado a la casa de verano de la familia 
Debayle Sacasa en la paradisíaca isla del Cardón. Fue ahí en una tarde cerca 
 de la playa, sentado en una roca que escribió el famoso poema "Margarita, está 
linda la mar" (más tarde llamado "A Margarita") a la entonces niña Margarita,  
quien le había pedido que le escribiera un cuento en versos.
Margarita Debayle es conocida mundialmente por ser la famosa musa del poeta
Rubén Darío en su poema A Margarita Debayle.

La niña del cuento se llama Margarita, 
pero nosotros podemos, en nuestro corazón
 y en nuestra razón, ponerle el nombre que 
queramos siempre que miremos al niño 
que tenemos delante, con estos bellos ojos con 
los que 
Rubén Darío descubrió a Margarita Debayle.

O quizás podemos pensar: 
¿Quién nos gustaría ser hoy: Margarita o el 
recto rey?

Rubén Darío


Margarita, está linda la mar,
y el viento lleva esencia sutil de azahar;
yo siento en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar un cuento.

Éste era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes,

un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde la princesa
vió una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: "¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?"

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
"Fuí a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad."

Y el rey clama: "¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar."

Y dice ella: "No hubo intento;
yo me fuí no sé por qué;
por las olas y en el viento
fuí a la estrella y la corté."

Y el papá dice enojado:
"Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver."

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: "En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí."

Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.

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