domingo, 2 de marzo de 2014

Cuento








Relatos en Gatonés


Primero dije “¡hola!”.
Yo creo que es importante decir hola cuando te acercas a otro individuo, porque así es como anuncias que quieres iniciar una conversación.
Como verán, soy un ser muy educado.
Decía, entonces:
-¡Hola!-
Ellos me miraron de arriba abajo, y no dijeron nada. Como verán, no eran seres muy educados.
-¡Hola!- insistí yo-. He estado buscando a los míos, y por fin los he encontrado.
-Pues buena suerte- dijo uno de ellos, Bocina le decían, y ya estaban dándome la espalda cuando yo probé de nuevo:
-No ha sido una decisión sencilla, pero estoy seguro de que es la acertada: seré parte de su grupo.-
Ellos se detuvieron. Primero Bocina. Después Reina. Negrito último. Dieron media vuelta sin ningún apuro y me enfrentaron. Primero Negrito. Después Reina. Bocina último.
-De ninguna manera seré un problema para ustedes- Dije. - Iremos conociéndonos de a poco… ustedes me contarán qué cosas les gusta hacer, cómo pasan los días, y yo haré todo lo posible por acomodarme a sus costumbres, ya que soy el recién llegado. Eso sí, si algo no me gusta, no me gusta.-
Bocina se rió. Con todo su rabo se rió. Negrito me mostró los dientes. Y Reina, que después de todo era una dama, dijo:
-Hay un pequeño problema…-
-¡Siempre habrá problemas!- Interrumpí. - Pero todo tiene solución.-
-¡Eres gato!- gritó ella, que era dama pero tenía pocas pulgas.
Me quedé pensando.
-Si ustedes lo dicen… nunca antes había tenido nombre.-
-¡¿No?!- exclamó ella.
-Mmm… puedo llamarme Gato o No, pero los dos nombres a la vez sería confuso.
El rabo de Bocina dejó de reír y se puso en posición de ataque. Algo pasaba y yo no entendía muy bien qué. Negrito volvió a mostrarme los dientes. Hasta Reina resopló como si viniera de correr un montón y estuviera cansada.
-No eres uno de los nuestros- dijo por fin Bocina. –Eres un gato.-
-¿Están seguros?-
-Es decir, ¡no eres un perro!- agregó Reina. –Como nosotros.-
Esto de las palabras era verdaderamente complicado. ¿Yo era gato o perro? Nunca me habían etiquetado, clasificado ni numerado. ¡Vaya! Ni yo mismo sabía qué era. No era un tipo de mundo, todavía tenía mucho que aprender.
Sólo era un tipo al que le gustaban los días de verano y atrapar grillos. A quien le gustaba afilar sus uñas en los troncos de los árboles. Que quería tener amigos. ¿Aquello me hacía gato o perro?
-Está bien, lo he decidido- dije al grupo.
-¿Decidido qué? - me enfrentó Bocina. –No hay nada que decidir.-
-Tengo cuatro patas, un rabo, dos orejas, dos ojos. Igual que ustedes. Los he visto correr a los autos y sé que puedo hacerlo. Los espié compartir la comida y puedo disfrutar de un buen hueso. Así que si para ser parte del grupo tengo que ser perro, está bien, seré perro.-
Los tres se quedaron mirándome sin saber qué decir.
-Claro que… ahora me doy cuenta… tal vez me guste hacer cosas de gato- aclaré. – Pero para ser amigos, ¿eso importa?-
Negrito protestó un poco. Bocina y Reina estuvieron largo tiempo deliberando. Finalmente se acercaron para darme su veredicto:
-No eres como nosotros- dijeron a trío. Por eso…-
-¡Por eso seré uno de ustedes!- me entusiasmé. Estos perros sí que sabían tomar buenas decisiones. – Miren- seguí, - Bocina tiene una oreja caída; Negrito, la cola cortada (era verdad, vaya uno a saber qué le había pasado a esa cola) y Reina… Reina es una chica. Aquí todos somos distintos. Entonces… yo seré el gato. No creo que sea muy difícil.-
-Si quieres ser uno de los nuestros- dijo Bocina. – No te molestará pasar por una prueba.-
-¿Una prueba?- Yo no era muy bueno en los exámenes. Pero sabía que no tenía opción.
-Teníamos una pelota- siguió Bocina – con la que jugábamos por las tardes. Negrito le dio un cabezazo y ahora está allí, en la rama más alta de ese árbol- dijo mostrándome con la cabeza. Ninguno de nosotros llega hasta ahí. Pero si nos devuelves la pelota, entonces…-
No lo dejé terminar la frase. Me subí al árbol con elegancia felina, trepé por las ramas, me agarré bien agarrado con mis uñas de donde fuera y con apenas un toque, liberé la pelota que cayó sobre el lomo de Bocina. Y desde la rama más alta, salté al suelo sin un rasguño. ¿Sería ése un comportamiento de gato?
Bocina, Negrito y Reina me miraron con las bocas abiertas y las lenguas afuera.
Ahora, ¿qué me podían decir? Había encontrado a los míos y tarde o temprano ellos se darían cuenta. Seríamos un gran grupo.
Poco tiempo después, un nuevo tipo se acercó al grupo. Por supuesto, yo estaba muy de acuerdo con sumar nuevos amigos, pero esta vez…
Él dijo:

-He volado buscando a los míos, y hoy es un día feliz:
los he encontrado.-
Sabias palabras, pensé yo. Pero…
-No eres como nosotros- le dije.
-Tengo dos patas, dos alas, un pico. Más o menos como ustedes. Los he visto correr a los autos y sé que yo puedo hacer lo mismo… planeando. Los espié compartir la comida y puedo picotear un buen hueso. Así que si para ser parte del grupo tengo que ser perrogato, está bien, seré perrogato.-
El tipo estaba decidido. Me hacía acordar a mí cuando era joven, cuando nadie me había dicho qué era ni quién era.
-¿Sabes que eres pájaro?- le pregunté de pronto, a ver si tenia mundo o era apenas un pichón.
Encogió las alas.
-Si quieren que me llame Pájaro, está bien- dijo.- Nadie me ha puesto nombre antes.-
Vaya… ¿qué le podía decir?
Miré a Bocina, a Negrito, a Reina, que me miraban. Ninguno tenía la repuesta, pero todos teníamos muchas preguntas.
Conversamos sobre el tema un largo rato. Hablamos de las cosas que podía hacer cada uno. Yo subía a los árboles, trepaba paredes, andaba por cornisas. Pájaro muy bien podría volar cuando lo necesitáramos. Cada uno le agregaba algo nuevo al grupo.
Luego seguimos con lo nuestro.
Eso sí, ahora somos un grupo de perrogatopájaros.

Y qué bien que lo pasamos.

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