Primero dije
“¡hola!”.
Yo creo que
es importante decir hola cuando te acercas a otro individuo, porque así es como
anuncias que quieres iniciar una conversación.
Decía,
entonces:
-¡Hola!-
Ellos me
miraron de arriba abajo, y no dijeron nada. Como verán, no eran seres muy
educados.
-¡Hola!-
insistí yo-. He estado buscando a los míos, y por fin los he encontrado.
-Pues buena
suerte- dijo uno de ellos, Bocina le decían, y ya estaban dándome la espalda
cuando yo probé de nuevo:
-No ha sido
una decisión sencilla, pero estoy seguro de que es la acertada: seré parte de
su grupo.-
Ellos se
detuvieron. Primero Bocina. Después Reina. Negrito último. Dieron media vuelta
sin ningún apuro y me enfrentaron. Primero Negrito. Después Reina. Bocina
último.
-De ninguna
manera seré un problema para ustedes- Dije. - Iremos conociéndonos de a poco…
ustedes me contarán qué cosas les gusta hacer, cómo pasan los días, y yo haré
todo lo posible por acomodarme a sus costumbres, ya que soy el recién llegado.
Eso sí, si algo no me gusta, no me gusta.-
Bocina se
rió. Con todo su rabo se rió. Negrito me mostró los dientes. Y Reina, que después
de todo era una dama, dijo:
-Hay un
pequeño problema…-
-¡Siempre
habrá problemas!- Interrumpí. - Pero todo tiene solución.-
Me quedé
pensando.
-Si ustedes
lo dicen… nunca antes había tenido nombre.-
-¡¿No?!-
exclamó ella.
-Mmm… puedo
llamarme Gato o No, pero los dos nombres a la vez sería confuso.
El rabo de
Bocina dejó de reír y se puso en posición de ataque. Algo pasaba y yo no
entendía muy bien qué. Negrito volvió a mostrarme los dientes. Hasta Reina
resopló como si viniera de correr un montón y estuviera cansada.
-No eres uno
de los nuestros- dijo por fin Bocina. –Eres un gato.-
-¿Están
seguros?-
-Es decir,
¡no eres un perro!- agregó Reina. –Como nosotros.-
Esto de las
palabras era verdaderamente complicado. ¿Yo era gato o perro? Nunca me habían
etiquetado, clasificado ni numerado. ¡Vaya! Ni yo mismo sabía qué era. No era
un tipo de mundo, todavía tenía mucho que aprender.
Sólo era un
tipo al que le gustaban los días de verano y atrapar grillos. A quien le
gustaba afilar sus uñas en los troncos de los árboles. Que quería tener amigos.
¿Aquello me hacía gato o perro?
-Está bien,
lo he decidido- dije al grupo.
-¿Decidido
qué? - me enfrentó Bocina. –No hay nada que decidir.-
-Tengo
cuatro patas, un rabo, dos orejas, dos ojos. Igual que ustedes. Los he visto
correr a los autos y sé que puedo hacerlo. Los espié compartir la comida y
puedo disfrutar de un buen hueso. Así que si para ser parte del grupo tengo que
ser perro, está bien, seré perro.-
Los tres se
quedaron mirándome sin saber qué decir.
-Claro que…
ahora me doy cuenta… tal vez me guste hacer cosas de gato- aclaré. – Pero para
ser amigos, ¿eso importa?-
Negrito
protestó un poco. Bocina y Reina estuvieron largo tiempo deliberando.
Finalmente se acercaron para darme su veredicto:
-No eres
como nosotros- dijeron a trío. Por eso…-
-¡Por eso
seré uno de ustedes!- me entusiasmé. Estos perros sí que sabían tomar buenas
decisiones. – Miren- seguí, - Bocina tiene una oreja caída; Negrito, la cola
cortada (era verdad, vaya uno a saber qué le había pasado a esa cola) y Reina…
Reina es una chica. Aquí todos somos distintos. Entonces… yo seré el gato. No
creo que sea muy difícil.-
-Si quieres
ser uno de los nuestros- dijo Bocina. – No te molestará pasar por una prueba.-
-¿Una
prueba?- Yo no era muy bueno en los exámenes. Pero sabía que no tenía opción.
-Teníamos
una pelota- siguió Bocina – con la que jugábamos por las tardes. Negrito le dio
un cabezazo y ahora está allí, en la rama más alta de ese árbol- dijo
mostrándome con la cabeza. Ninguno de nosotros llega hasta ahí. Pero si nos
devuelves la pelota, entonces…-
No lo dejé
terminar la frase. Me subí al árbol con elegancia felina, trepé por las ramas,
me agarré bien agarrado con mis uñas de donde fuera y con apenas un toque,
liberé la pelota que cayó sobre el lomo de Bocina. Y desde la rama más alta,
salté al suelo sin un rasguño. ¿Sería ése un comportamiento de gato?
Bocina,
Negrito y Reina me miraron con las bocas abiertas y las lenguas afuera.
Ahora, ¿qué
me podían decir? Había encontrado a los míos y tarde o temprano ellos se darían
cuenta. Seríamos un gran grupo.
Poco tiempo
después, un nuevo tipo se acercó al grupo. Por supuesto, yo estaba muy de
acuerdo con sumar nuevos amigos, pero esta vez…
Él dijo:
-He volado
buscando a los míos, y hoy es un día feliz:
los he
encontrado.-
Sabias
palabras, pensé yo. Pero…
-No eres
como nosotros- le dije.
-Tengo dos
patas, dos alas, un pico. Más o menos como ustedes. Los he visto correr a los
autos y sé que yo puedo hacer lo mismo… planeando. Los espié compartir la
comida y puedo picotear un buen hueso. Así que si para ser parte del grupo
tengo que ser perrogato, está bien, seré perrogato.-
El tipo
estaba decidido. Me hacía acordar a mí cuando era joven, cuando nadie me había
dicho qué era ni quién era.
-¿Sabes que
eres pájaro?- le pregunté de pronto, a ver si tenia mundo o era apenas un
pichón.
Encogió las
alas.
-Si quieren
que me llame Pájaro, está bien- dijo.- Nadie me ha puesto nombre antes.-
Vaya… ¿qué
le podía decir?
Miré a
Bocina, a Negrito, a Reina, que me miraban. Ninguno tenía la repuesta, pero
todos teníamos muchas preguntas.
Conversamos
sobre el tema un largo rato. Hablamos de las cosas que podía hacer cada uno. Yo
subía a los árboles, trepaba paredes, andaba por cornisas. Pájaro muy bien
podría volar cuando lo necesitáramos. Cada uno le agregaba algo nuevo al grupo.
Luego
seguimos con lo nuestro.
Eso sí,
ahora somos un grupo de perrogatopájaros.
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