lunes, 2 de diciembre de 2013

Cuento: Un hogar para Fito

UN HOGAR PARA FITO

Autor: Elisabet A. Pilliez



Hace mucho tiempo, vivía internada en un bosque, una familia común. De hecho, muy común. Un papá, una
mamá,Fabricio y Emma. La casa en la que vivían era muy bonita. Estaba rodeada de flores, plantas y del encantador bosque.
Cada mañana, el despertador de los niños y del papá era el delicioso olor a pan recién horneado que desde la cocina les decía: ¡…Levántense,… levántense,… levántense! Y todos, dejando a “modorra” en la cama, se dirigían como hechizados a la cocina. ¡Esa cocina…! Desde que despuntaba el sol, sus rayos entraban jugando por la ventana. Hacían agujeritos de luz sobre la mesa, las paredes y hasta en las manos del papá untándoles el pan a los niños. Luego de compartir el desayuno, cada uno se ocupaba de sus tareas. Los niños se iban al colegio, el papá a la carpintería y la mamá a cuidar de las flores que luego vendería. Eso sí, siempre había momentos para disfrutar del aroma y de la música que componía el bosque.
Uno de los responsables de estos sonidos tan especiales era Fito, un pichón de guacamayo verde, que junto a otros pájaros le daban color, vida y hacían que el bosque fuese mágico. A Fito le encantaba recorrer el bosque con amigos, hermanos, primos, tíos. También le divertía jugar a las escondidas entre las ramas, hacer rayuelas con ramitas y carozos o jugar al lobo está con zorrito.
Pero una mañana, Fabricio desde su habitación, escuchó un ruido. Prrrrrrrr…. Prrrrrrrr -¡Es un helicóptero! - dijo.
¡No! No era un helicóptero. Una sorpresa desagradable los invadió. Eran moto sierras, topadoras, camiones y voces de: … “¡árbol abajo!”…  “¡árbol abajo!”… 
Estaban talando los árboles, árboles de muchos años. La mamá con una inmensa angustia les dijo: - Ese árbol lo vio nacer mi tatarabuela-
Todos estaban muy tristes. Muchas cosas cambiarían, no solo para la familia de Fabricio y Emma. Dentro del bosque miles de animalitos corrían, los que podían volaban. Intentaban salvarse, salvar a sus familias. Se oía el chillido de ardillas buscando a sus crías, ranitas saltando, pájaros volando de aquí para allá, mariposas,…
En el bosque todo era confusión. Los animalitos que pudieron emigraron.
Día tras día, volvían camiones para llevarse a los más hermosos y esbeltos árboles, que jamás hayan visto.
Hasta que el lugar más bello del planeta, se convirtió en un perfecto desierto.
La tierra comenzó a endurecerse, a inundarse. Lo que antes era aroma, colores y sonidos ahora era barro.
¡Pero Fabricio y Emma, no se desanimaron! Ellos habían visto muchas veces a su papá sembrar un árbol, cada vez que tenía que cortar alguno para fabricar un mueble. Así que, tomaron un paquete de semillas y, junto a cada árbol talado, sembraron uno nuevo.
Luego de unas semanas, cuando los niños fueron al bosque talado ¿Saben qué encontraron?
¡Sí! Los árboles habían comenzado a asomarse a la vida. Muchos pequeñitos árboles. ¡Qué felices estaban todos!
Pasaron algunos años, creo que alrededor de diez o un poquito más. Y en un monte chiquito, que se encontraba cerca de lo que había sido nuestro querido bosque, jugaban Bartolo, el conejo y el sapo Damián. En eso apareció Beti, la cabrita, que con gesto de preocupación les dijo: - Hola chicos ¿Todavía no tienen novedades acerca de Fito?-
-¡No!- Respondieron a coro.
A lo que Damián agregó: -¡Hace semanas que está encerrado en su nido y no quiere salir! Dice que está muy triste porque es el último guacamayo verde. Además tiene miedo. Este monte es muy chico y no está seguro aquí-.
Bartolo muy conmovido les contó: -¿Cómo no va a estar asustado? Algunos humanos talaron sus hogares, otros contaminaron sus alimentos con productos químicos que, según ellos, no eran tan tóxicos. Además provocaron incendios, desviaron ríos. En su especie queda él solo.-
En eso llegó volando muy rápido, pero muy elegante con sus coloridas y delicadas alas, Mary la mariposa más coqueta de la zona. Muy agitada dijo: - ¡Yo, yo,…yo!-
-¿Querés jugar al yo-yo en este momento? Le preguntó Damián.
-¡No! ¡No!- y tomando aire les dijo: -¡Yo he visto a una pajarita igualita a Fito!
-¿Dónde? ¿Dónde? ¿Estás segura?- Los dos la bombardearon a preguntas.
-¡Segurísima! Celeste, porque así se llama, estaba tan asustada como nuestro Fito y me dio una plumita suya para que se la mostrara a Fito. Sí él la reconoce irá a buscarla.-
Mary, sin perder tiempo, voló hasta la casa de Fito. Tocó a la puerta. Fito temeroso abrió.
-¡No estás solo!- Le gritó entusiasmada. Le mostró la plumita y Fito comenzó a correrla por todas partes para darle un beso, de lo contento que estaba.  Mientras Mary se escapaba gritando: -¡Sáquenme a este loco de encima! ¡Este pájaro enloqueció! ¡Socorro! ¡Socorro!- Tratando de esquivar a Fito y no estamparse contra una planta.
Y Fito conoció a Celeste... En ese momento, cuando la vio, se dio cuenta de que no había en la tierra, en el planeta, ni más allá, ser más bello…, más radiante y más tierno que Celeste. Para Celeste, ver a Fito fue como conocer a un príncipe de cuento.
De a poco fueron conociéndose y quisieron formar una familia. Claro que ellos sabían que ese monte no sería un hogar seguro para ellos y sus fututos pichones. Las plantas eran demasiado pequeñas para darles refugio y ellos demasiado grandes para esconderse en ellas, además no tendrían suficiente alimento, ni agua. Tenían que buscar otro lugar en donde hacer su casa.
Una mañana salieron en busca de su futuro hogar. Antes de alejarse demasiado de esa zona, Fito quiso mostrarle a Celeste el lugar donde había nacido él y del que había tenido que huir porque ya no había quedado árbol en pie.
Y…   ¡Qué sorpresa se llevaron!  ¿Recuerdan el bosque talado? ¡Después de más de diez años, allí donde un día había quedado solo barro, hoy había nuevamente hermosos arbolitos! Claro, no era el gran bosque majestuoso que nosotros conocimos, pero sería un precioso hogar para Fito, Celeste y sus pichones.
Y así, una familia común, unos niños comunes como vos o como yo, cuidaron de unas semillas y lograron que los guacamayos verdes, no se extinguiesen. Siguen estando en peligro de extinción, pero ahora tienen un lugar donde vivir y criar a sus pichones.  
¿Saben qué? A Fito lo sigue divirtiendo jugar a las escondidas, pero ahora, con sus adorados y traviesos pichones.


¡Colorín, colorado, este cuento se ha terminado!

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