domingo, 8 de diciembre de 2013

Un poco de humor

A menudo nos topamos con actitudes nuestras y de los otros, que no nos gustan. Nos damos cuenta que no estamos obrando bien o que el vecino no contribuye al bien común.Tales circunstancias, nos provocan enojo, furia. Pero creo que nos hace falta poner un poco de "humor" y "fantasía" a nuestros días. 

"La alegría y el buen humor también se educan". (Horacio Siri y Susana de Argüello en en libro: Nosotros educamos contra la violencia ¿y Usted?)

Reírnos sanamente de nosotros mismos, nos acerca, reconcilia, expresa, socializa, evoca, comunica, divierte, retira los velos y nos da el valor para cambiar lo que podemos cambiar. 

Seguramente tenemos mucho de qué reirnos. ¿Te animás a pensar algo de lo que te puedas reir?

En este tono, es que quiero compartir este breve cuento con quien se anime a divertirse.

(Este cuento fue escrito en un día de lluvia)


Día de Lluvia

Hace mucho tiempo en un reino tan lejano, como bello que era, vivían un rey Paco y una reina Sofía. Se amaban mucho y como fruto de ese amor, nació la princesita Sara.  El día de su nacimiento, el palacio se vistió de fiesta. Desde remotos lugares, llegó gente trayéndole obsequios a la recién nacida. Por supuesto no faltaron las hadas con sus cantos y buenos deseos para todos, especialmente para la beba.  Y hasta los reinos vecinos celebraron por días, la dicha de esta familia real. 
Pero en el bosque vivía una bruja, re bruja llamada Mara que por el contrario, estaba extremadamente enojada. Su enfado había comenzado el día en que se sintió fea y vio a Sofía bonita; luego enfureció en el momento en que el rey le propuso matrimonio a  Sofía y no a ella. A medida que pasaron los años Mara se fue aislando cada vez más hasta quedar sola con su ira.
Una tarde se escabulló en el palacio con una poción dañina que dio de beber a la princesita y luego de pronunciar un hechizo horrible, que se transmitiría de generación en generación, huyó para nunca más volver. Justo la vieron marcharse los reyes que venían a mimar a su hijita. Se asustaron mucho al  ver que la niñita no estaba rozagante como siempre y de inmediato llamaron a las hadas protectoras.
Las hadas le desearon a la niña todo lo bueno que pudieron imaginarse y aunque intuían que algo se les estaba escapando, quedaron satisfechas al comprobar que la niñita comenzaba a verse preciosa y sonriente como antes.
Los años pasaron, Sara crecía y era una niña muy feliz. Pronto llegó el momento en que debía estudiar, prepararse para ser una justa princesa y comenzó a tomar clases junto a los niños en el colegio común. El rey y la reina se maravillaban viendo cómo se desarrollaba Sara y todo lo que aprendía. Pero había una situación extraña que se daba cada vez que lloviznaba. Se preparaban para salir, pero los caballos se empacaban y no había forma de hacerlos caminar. Así es que en tiempos de lluvia, la princesita no podía aprender.
Según cuenta la historia, Sofía fue una buena princesa pero nunca sabremos lo que podría haber logrado si hubiese tenido la oportunidad de concurrir a clases todos los días. Aquí termina la historia, aparentemente.

Hoy el agua frente a mi casa me trajo una botella pintadita que tenía algo adentro. No aguanté la curiosidad y la abrí. ¡No se imaginan! Era la parte que no conocía de esta historia.
  Resulta ser que un hada descubrió que el conjuro de la bruja Mara se pudo minimizar con los buenos deseos de las hadas, pero no disolver del todo. Dice que el hechizo era para que la princesa aprendiese nada, de nada y así no pudiese gobernar bien. Por suerte lo único que consiguió la bruja, fue que los caballos no quisieran salir apenas cayeran del cielo unas gotas. ¡Pero, esperen! ¡Hay más!  Este hechizo fueron heredándolo todos los descendientes de la princesa Sara y contagiando a cuanto niño hay alrededor.
¡Por eso es que los días de lluvia no nos arrancan los autos para llevar los chicos al colegio!!! Pero la botella tenía otro papelito con la solución para anular el conjuro  y decía así:
  “antes de arrancar el auto, la mamá o el papá deberá decirle al niño: -Vamos al colegio. –Y cuando lleguen  a la puerta del establecimiento deberá despedirse diciendo: -Que tengas un lindo día de clases. –acompañado claro, de un beso.”
Chicas Probemos y veamos qué pasa. ¡Si me arranca el auto lo llevo a mi vecinito también!
Cariñosamente, Elisabet Pilliez.


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